Tuve por un lado el honor, pero también la dura tarea de hacer el montaje del vídeo homenaje a Jara, mi amiga de la facultad fallecida en la primera oleada de la pandemia.

Nos conocimos hace 20 años en la universidad. Era la deportista del grupo y también la luchadora, porque por desgracia le tocó pelear contra el cáncer, con una entereza y fortaleza admirables. Le encantaba bailar y hacer manualidades cukis, porque ella en sí era muy cuki y adorable. También era un enigma, o por lo menos para mi lo fue, porque era muy introvertida para algunas cosas. Lo mejor de todo era esa energía que desprendía y su risa, en sus variantes risa normal y la que emitía junto un «¡ay por dios!» por algo de humor más negro o escatológico tipo Pepe Colubi. 

 

Imposible no acordarse de las primeras palabras que intercambiamos. Yo, para romper el hielo, en clase de Lengua Inglesa I la pregunté si le gustaba South Park… Y ella dijo que si y empezamos a hablar. Siempre me recordaría ese momento haciendo muecas con sorna «Sí, me gusta South Park ¿Cómo no me va a gustar si tengo un estuche de la serie?». Imposible tampoco olvidar esos momentos de noche-patatas con nuestro grupo de amigas (fiesta de pijamas devorando bolsas de patatas), las imitaciones de Carmen de Mairena, los amigos invisibles, su expresión «no lo bonitees más» cuando firmábamos las tarjetas de felicitación en el baño de una fiesta de cumpleaños in extremis, las quedadas en cafeterías sólo por hablar y esa última llamada, en la que no sabíamos la que se nos caía encima. Muchas historias, muchas risas, muchos planes que por desgracia ya no podremos realizar.

 

Por todo eso y mucho más no sabía si podría realizar el vídeo. La implicación emocional era enorme: es duro ver todas sus fotos y vídeos de su madre, pareja, de los familiares y amigos contando cosas tan bonitas y emotivas. Finalmente pude completarlo, haciendo una parte cada día (al final era una hora en total y hacerlo de golpe me hubiera dejado más tocada aún).

 

Todavía no hemos podido darle la despedida que merece, porque lógicamente aún no nos podemos reunir. Esperaremos un poco más a que la cosa se normalice, pero mientras tanto me consuela saber que he podido ayudar a su madre y a su familia montando ese vídeo y que también me ha servido de terapia para empezar a recordarla sin tanto dolor y aprender más cosas de ella. Pienso: ojalá nunca hubiera tenido que hacer este vídeo, es el vídeo que nunca nadie querría hacer. Ojalá hubiera podido dedicarle esos vídeos chorra de los que ella siempre se reía, como los últimos que le mandé cuando estaba ya en el hospital, sin saber que serían de las últimas cosas que compartiríamos.