Poesías a la niñez

Accésit IV Premio Poeta Joven de a Encina 2002.

“Niñez, dulzura,
canciones de nana,
canciones de cuna.”

 

Las Poesías a la niñez las cree en un momento prolífico, tras escribir relatos macabros y otros más serios y ganar los primeros premios de relato me dije… ¿por qué no intento hacer poesía? 

 

Si no me considero escritora imaginaros en pensar en ser poetisa, pero un día tras ver que cerca del pueblo al que me acababa de mudar, había un concurso de poesía me animó a sentar y acabar una poesía sobre la niñez que tenía a medio componer. 

 

Las poesías constaba de tres partes. La más potente, a mi gusto era la primera parte.

 

Libro Poeta de la Encina 2002

“Niñez, dulzura,
canciones de nana,
canciones de cuna.
Infancia, ternura,
ositos de peluche,
muñeco bura-bura.”

 

En esta primera parte, compuesta de siete estrofas de tres versos, poblados de términos relacionados con la más tierna infancia, me centraba en el mundo de los primeros meses de la vida de un bebé. 

 

El número dos trataba de las emociones que le produce a un adulto el baile de una peonza. Quise jugar con las estrofas, totalmente libre para hacer formas, para que viendo todo el conjunto, pareciese un torbellino, a imitación del movimiento del trompo, tener un dinamismo que sólo se rompe al terminar el baile del trompo y el poema, es como si de algún modo esas vueltas duran lo que dura el poema.

 

Libro Poeta de la Encina 2002

 

El tercer poema es un cuarteto, creo que muy inspirada por Gloria Fuertes. Escueto, pero muy sincero. ¿Hay algo más espontáneo y más natural que un niño? A medida que crecemos se nos obliga a comportarnos de una forma a veces plástica, no dejando mostrar nuestros sentimientos. Esta poesía es toda una declaración de intenciones: la defensa de poder sentirnos como nos sentimos, ya se por pena, tristeza… o porque estemos alegres y queramos. Si no lo entiendes es que has perdido del todo al pequeño que hay en tí.

 

“Lloro porque tengo miedo,
lloro porque tengo frío,
lloro porque estoy triste,
y ahora lloro porque quiero.”

 

Hay una anécdota agridulce que sucedió en la entrega de premios. Ya que yo era una de las premiadas tenía que leer el poema. Se podía delegar, y como mi hermano está más hecho para el escenario le dije que lo recitase él… pero finalmente Lucas, mi pareja, me animó a hacerlo yo. No diré “fatal error”, pero casi. La cuestión es que estaba tan nerviosa en el escenario que apenas podía hablar. Parecía un cervatillo asustado por los faros de un coche. Jamás me había sentido tan cervatilla ni tan enfocada. La cuestión es que estaba a punto de echarme a llorar… pero el piar de un pájaro que estaba en su jaula en el escenario (para embellecer una puesta de escena porque tras la entrega de premios se iban a recitar versos de Miguel Hernández) gracias a su canto que sonó en el silencio de la sala, los asistentes y yo misma pude reírme y relajarme. No es que lo leyera después super bien, pero por lo menos salí del paso. Salvada por la campana , o más bien, por el canario.

 

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